Autor más vendido La belleza está en la quietud, Karen Haddadan escribe sobre la naturaleza tóxica y cíclica de la negatividad y cómo mantenernos fuertes cuando nos ataca.

La realidad de la guerra espiritual en la vida es que las fuerzas negativas del mal están constantemente persiguiéndonos, debilitándonos y llevándonos al peligro.

Esté alerta y tenga una mente sobria. Tu enemigo, Satanás, anda como león rugiente, buscando a quien devorar.

1 Pedro 5:8

La advertencia de Pedro es clara y urgente: nuestro enemigo ronda como león rugiente, buscando activamente a quien devorar. Nos sentimos tentados por amenazas que pueden sacarnos sutilmente del camino de la luz a la oscuridad a lo largo de cada día. En el momento en que tomamos conciencia de este conflicto, tenemos la oportunidad de estar alerta y mantener una mente sobria, pensando con claridad, sin distracciones y enfocados en la verdad de Dios en todo momento.

En la era moderna, las tácticas enemigas suelen ser astutas y engañosas. Este deambular se produce a través de lo que parecen distracciones inocentes que gradualmente consumen nuestra atención: las redes sociales que fomentan la comparación y el descontento, el entretenimiento que poco a poco nos insensibiliza al pecado o el éxito que se centra en la autosuficiencia en lugar de la dependencia de Dios. Nuestras vulnerabilidades varían: algunos de nosotros luchamos con la soledad que hace atractivas las relaciones no saludables, otros luchamos con problemas de identidad que hacen que la validación externa sea irresistible, y muchos luchamos con la ansiedad que nos tienta a controlar en lugar de confiar. La naturaleza depredadora de estos señuelos es lo que los hace tan peligrosos. El enemigo, como el león, no ataca al azar, sino que apunta estratégicamente a nuestros momentos más débiles y a nuestras heridas más profundas.

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El camino hacia el despertar espiritual no es ignorar el miedo o la paranoia, sino ser consciente. Combatimos estas fuerzas siendo tan estratégicos e intencionales como el vagabundo: buscando a Dios especialmente en momentos de debilidad, eligiendo intencionalmente la respuesta opuesta cuando somos tentados y manteniendo una disciplina espiritual que mejora nuestro discernimiento. La advertencia de Pedro nos llama a permanecer firmes con la mente clara y el corazón vigilante, porque vigilar no significa vivir con miedo sino vivir en fiel preparación, conociendo la verdad de las intenciones del enemigo y la mayor realidad de la protección de nuestro Dios.



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