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El escritor es subdirector del Proyecto Thurman Arnold y miembro residente del Proyecto de Sociedad de la Información de Yale.
Cuando las autoridades antimonopolio de EE. UU. emitieron nuevas directrices de fusión En 2023, había un optimismo cauteloso de que se habían absorbido las lecciones de la era anterior de acuerdos con las grandes tecnologías.
Las directrices dejaban claro que las fusiones serían objeto de escrutinio no sólo cuando una empresa adquiriera un rival existente y superara el 30 por ciento de cuota de mercado, sino también cuando adquiriera una potencial competidor o formó parte de un patrón de consolidación en serie.
La reciente ola de asociaciones de inteligencia artificial fue la primera prueba real de estos principios. El año pasado, la Comisión Federal de Comercio lanzó un estudio sobre asociaciones de IA y prevenido de posibles daños.
Pero el ánimo ha cambiado desde entonces. Los monopolios nacionales ahora están siendo rebautizados como campeones nacionales en una carrera geopolítica con China.
El problema comenzó con Stargate, la empresa conjunta de 500.000 millones de dólares entre Arm, Microsoft, Nvidia, Oracle y OpenAI. Un proyecto de esta escala que une a tantas empresas tecnológicas debería haber desencadenado riguroso escrutinio de fusiones. En cambio, fue anunciado por el presidente Donald Trump en un gesto de respaldo tácito del gobierno y fue celebrado como un medio para promover la supremacía tecnológica estadounidense.
El año pasado, OpenAI, Nvidia, Oracle, CoreWeave, Microsoft, AMD y SoftBank firmaron una serie de asociaciones diseñadas para impulsar el gran desarrollo de la infraestructura de IA en EE. UU.
La financiación circular en estos acuerdos aumenta el riesgo de que estalle una burbuja en la IA. Pero lo que ha llamado menos la atención es el problema de competencia que se está creando. Los acuerdos están formando una serie de fosos de monopolio en toda la cadena de suministro de IA.
Las fusiones, adquisiciones, empresas conjuntas e inversiones a gran escala deberían atraer la atención de las autoridades antimonopolio. Tanto los reguladores federales como los estatales tienen la autoridad y las herramientas para actuar. Las revisiones de fusiones deberían examinar cómo los acuerdos remodelan la competencia, ya sea horizontalmente (cuando los rivales se fusionan o colaboran) o verticalmente (cuando empresas en diferentes niveles de la cadena de suministro se integran de maneras que podrían aumentar los costos de los rivales).
La actual ola de inversiones y asociaciones en IA crea preocupaciones tanto horizontales como verticales. Nvidia Inversión de 5 mil millones de dólares en su rival Intel, por ejemplo, tiene claras implicaciones horizontales en un mercado de chips ya concentrado. De manera similar, Microsoft, Oracle y CoreWeave operan en el mismo mercado concentrado de servicios en la nube. Al unirse a coaliciones como Stargate, han vinculado sus intereses económicos. Estas asociaciones estratégicas corren el riesgo de mitigar la competencia cara a cara.
Las alianzas también plantean preocupaciones verticales de exclusión de insumos, es decir, cuando el control sobre un insumo clave permite que una de las partes ponga en desventaja a sus rivales. Tomemos como ejemplo la asociación Nvidia-OpenAI. La cuestión antimonopolio es si Nvidia podría priorizar OpenAI dándole acceso temprano a sus chips más avanzados u ofreciéndolos a precios reducidos. En un mercado donde los chips tienen una gran demanda, tal comportamiento restringiría el acceso de las empresas rivales de IA a un insumo esencial. El problema es bidireccional. A los fabricantes de chips competidores también les puede resultar más difícil ganar el negocio de OpenAI.
Esta red de alianzas en expansión también abre la puerta a preocupaciones antimonopolio clásicas, como acuerdos exclusivos y paquetes. Muchos proveedores de nube ya imponen compromisos de gasto mínimo, reteniendo clientes y limitando su capacidad de distribuir la demanda entre múltiples proveedores de nube.
Comprar rivales incipientes es una vieja página del manual del monopolio tecnológico. También lo son los acuerdos que alinean los incentivos y neutralizan la competencia potencial. Google pagó a Apple miles de millones de dólares para que se convirtiera en la opción de búsqueda predeterminada en sus dispositivos. Esto también animó a Apple a mantenerse al margen de las búsquedas. Google también llegó a un acuerdo para disuadir a Facebook de lanzar tecnologías publicitarias competidoras, dándole a Facebook un trato preferencial en su subasta de anuncios.
El riesgo es claro. A medida que las fortunas económicas de las empresas de IA se entrelazan más a través de inversiones cruzadas y asociaciones, el incentivo para competir se erosiona. La disciplina competitiva podría dar paso a una coordinación silenciosa, en la que cada empresa proteja su propio foso monopólico mientras comparte las rentas monopólicas con sus socios.
La suposición de que la concentración genera fuerza es tanto económica como históricamente errónea. La competencia, no el proteccionismo o la concentración, es lo que impulsa la innovación. Los reguladores antimonopolio deberían resistir la atracción de la retórica de seguridad nacional y ver estas alianzas como lo que realmente son: esfuerzos para afianzar el poder y extender el control monopólico a la próxima era tecnológica.
















