Estilo de vida

El amor de Dios cambia la forma en que nos amamos unos a otros

Karen Haddadan es una autora de best-sellers La belleza está en la quietud, Que ha sido elogiado por ayudar a los lectores a “descubrir el yo divino que está verdaderamente dentro de ti” y guiarlos a encontrar un significado más profundo en la vida. Aquí, ella enfatiza cómo el amor incondicional de Dios puede llevarnos hacia una vida de bondad, paciencia y gratitud hacia quienes están en nuestras vidas.

La verdadera estrella del norte del amor incondicional se encuentra en la forma en que Dios ama a cada uno de nosotros.

El amor es paciente y amable. El amor no envidia ni se jacta. No es arrogante ni grosero. Ella no insiste en seguir su propio camino; No irritable ni resentido. Y no os regocijéis en el pecado, sino regocijaos en la verdad. El amor todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera y es paciente con todo.

1 Corintios 13:4-7

Este pasaje no es sólo una ilustración de lo que es y lo que no es el amor verdadero, sino que proporciona una medida de nuestras relaciones y nuestro corazón hacia los demás, incluidos nosotros mismos.

Nuestros malentendidos culturales sobre el amor nos han desviado de la verdadera naturaleza de Dios. Esperamos recibir tanto como damos. Equiparamos la posesividad o los celos con la devoción apasionada. Creemos que el amor verdadero significa nunca tener conflictos, mantener una felicidad constante o anticipar nuestras necesidades sin comunicarnos.

Sin embargo, la naturaleza desinteresada del amor auténtico reside en su hermosa dualidad: es fuerte (tolerar, soportar) y débil (fe, esperanza). Dentro de esta honesta dicotomía, el amor se expresa a través de la acción y el autocontrol, dando y recibiendo con gracia.

Cuando desafiamos nuestras tendencias egoístas y conceptos culturales erróneos, llegamos a una verdad profunda: este pasaje ilustra no sólo la naturaleza del amor mismo, sino también la naturaleza misma de Dios. Dado que Dios es amor y su Espíritu reside en los creyentes, los recursos necesarios para amar auténticamente ya están a nuestra disposición.

Cuando medimos nuestras relaciones según este estándar divino, transformamos la energía, la dinámica y la profundidad de nuestras conexiones con todos los que nos rodean, reflejando el amor perfecto de Dios por un mundo imperfecto.

El amor completo e incondicional de Dios forma el fundamento de la fe verdadera. Incluso cuando no lo merecemos, su amor permanece constante, ofreciéndonos consuelo y un modelo de cómo estamos llamados a amar a los demás. Reconocer las deficiencias de nuestro amor (a través de la impaciencia, la ira o la comparación) se convierte en una oportunidad para crecer en lugar de vergüenza. El verdadero amor, tal como lo define Dios, se extiende más allá de la emoción hasta la acción; Es una elección diaria ver a los demás a través de Sus ojos, ofreciéndoles gratuitamente gracia y misericordia.

Al permitir que el Amor Divino cambie nuestra perspectiva, comenzamos a reflejar Su Corazón en la forma en que nos comunicamos, perdonamos y servimos. Cada relación se convierte en una bendición y un salón de clases a medida que aprendemos a encarnar el amor de manera más auténtica, reflejando el cuidado infinito que Dios continuamente derrama en nosotros.



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